Sabido es que el Corregidor Zañartu se enseñoreo en terrenos cercanos a la Cañadilla, siendo su Quinta conocida por todos. Con el correr de las décadas, sus terrenos fueron vendidos y el recuerdo se su nombre, como propietario, fue desapareciendo del inconsciente colectivo de los pobladores y con ello, sus antiguos terrenos, a su vez pasaron a ser conocidos bajo otras denominaciones por los habitantes del sector.

Es así, como las primeras cuadras, por su cercanía al río Mapocho y por los sedimentos que este iba dejando a su paso, fue siendo conocido como “El Arenal” .Dichos terrenos fueron paulatinamente poblándose sin mayor regulación por parte de las autoridades, allí de acuerdo a Justo Abel Rosales, “la gente aglomerada, vivía en plena libertad y sin vijilancia de jueces ni de curas”. Era en esta circunscripción donde, según el censo del año 1802 se acumulaba la mayor cantidad de ranchos, los cuales ascendían a 809 en todo Santiago.

1En «Vamos remoliendo mi alma»

Los años transcurrieron sin que los terrenos de la “Quinta de Zañartu” o “Chacra el Carmen”, como se le conoció posteriormente, tuvieran una vida muy útil. De hecho, en 1823, son considerados  por el Procurador de la ciudad D. Lorenzo Fuenzalida, como  terrenos de abandono, con “sitios eriazos en sus primeras cuadras”, con “rancherías que son una cortina para el desorden y los delitos”. En sí, con el paso del tiempo, el sector en cuestión no recibió mejoras dignas de mencionarse, siendo sus terrenos improductivos y el cobijo de pillos y bandidos que encontraban, en la geografía del lugar, el espacio propicio para esconderse en sus senderos.

Fue solo  en 1853 cuando los hermanos Pastor y Matías Ovalle, tomaron en arriendo los terrenos y edificaron un número importante de casas de bajo valor, para ser rentadas especialmente a obreros y gente de escasos recursos, las cuales fueron aumentando en la medida que también aumentaba el número de arriendos, que  permitía, a su vez a los arrendadores invertir en más casas. De hecho, esta misma sociedad luego edifico casas en la “Población Echazarreta” en los terrenos de la antigua “Quinta Echazarreta”.

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El «Roto chileno» en Los Puetas del Arenal

De tal manera, inexorablemente, sin mucha o nada de planificación por parte de las autoridades, el sector fue creciendo de manera importante y con ello un sin número de conventillos en el área, todo ello dentro del contexto de la llamada «cuestión social» y el proceso de «la migración campo-ciudad»,  lo cual se reflejó, en este caso particular y de acuerdo a cifras que nos proporciona Armando de Ramón, en que la sub delegación del Arenal aumentó de 11.056 habitantes en 1875 a  17.090 en 1907, que representó un aumento de casi el 65 % de personas en la zona. Si ello lo comparamos con otras ciudades, tenemos que con datos de 1885, los 15.000 habitantes existentes en el Arenal eran superados en solo 1.000 habitantes por ciudades como Chillan e Iquique, siendo a su vez el sector más  poblado que ciudades como  La Serena, San Felipe y Curicó.

La constatación, anteriormente descrita, da cuenta del hervidero humano, que para la época de mediados y fines del siglo XIX existía en la zona. Por ello, no es extraño que el Arenal se constituyera muy pronto en lugar de juerga, diversión y vida nocturna, lo cual es claramente visible con la oferta etílica que existía entonces en dicha circunscripción. Datos aportados por Maximiliano Salinas en  el libro “Vamos remoliendo mi alma” indican que existían más de 16 cantinas y negocios asociados a la distribución de licores.

3En «Vamos remoliendo mi alma»

Así, dentro de este jolgorio el habitante del sector parece siempre dispuesto a saciar el deseo del “dios Baco” y degustar el mejor vino en el “potrillo”, un vaso de vidrio que podía contener medio litro de vino. Continuando, en parte, con la antigua tradición colonial de la “fiesta de la uva” que se daba en los terrenos cercanos al Cementerio General  durante la época colonial.

Por ello, “El Arenal” en los terrenos de la Chimba de la Cañadilla, sin duda, por su génesis popular eran conocido como un ambiente dado a la zamba clueca, la dama Juana y los chupes de guatita, es decir, un habitante siempre dispuesto a sacar con presteza el pañuelo blanco y danzar en torno a un fogón, una guitarra y una cantora, al ritmo del tamboreo, lo que le valió gran fama al sector, en el cual se empezaron a establecer distintas fondas, como son las de Lastra y Marul o Maruri como se le llamaba por el pueblo. De dichos recintos dan cuenta varias tonadas, que en su letra hacían mención a ellas, como es la  cueca recopilada por Samuel Claro, que citamos a continuación:

Las fondas del Arenal
Mostraron la Independencia
Como una obra de arte
 Y Lumbrera de la ciencia
Viva Santiago de Chile
La Bandera nacional
Y en el barrio de la Chimba
Las fondas del Arenal.

Pero sin duda, la más famosa del sector, hacia la época de la Guerra del Pacifico, fue la de  la «Peta Basaure», una controvertida regenta de la fonda de Maruri o del Arenal, como se le conocía y que tan bien se describe en el libro de Maximiliano Salinas y de acuerdo a  los estudios de Antonio Acevedo Hernández, de la siguiente forma:

«Era una mujer celebre en los fastos de la alegría popular..Su fonda situada en la esquina norponiente de las calles anchas de Maruri, o Marul como le denominaba el pueblo, y la de Lastra…Tenia una puerta muy ancha, en la entrada sobre Maruri. Su regenta, la Peta, era por los años de la Guerra del Pacifico, una mujer de unos 40 años. Alta, robusta, pelinegra, ojos oscuros grandes y picarones; gran  bailadora de cueca y resbalosa..Que tenía la facultad de dar un beso con tanta presteza como daba un tajo con el puñal.”

La fonda, no solo era reconocida como una de las mejores de Santiago, si no también, porque su dueña generaba las más ácidas críticas debido a que se decía que ella también era célebre por sus orgías y por el desborde de energía salvaje. Según Acevedo Hernández, esta inigualable señora, gozaba de la animadversión de las mujeres de clase alta, aunque ella misma ya había sido excomulgada, varias veces.

4Chingana, en Memoria Chilena

Hay muchos antecedentes que nos cuentan episodios ocurridos en estos lugares, el mismo diario de campaña del soldado Silvestre Pérez, quien describe su llegada a la fonda , contando como los «puetas» frente a un grupo de músicos con bombo y platillo, pregonaban versos a voz en cuello:

«El Arenal» es, señores,
la fuente de juventud,
la fonda más reputa . . . da,
donde no entra la virtud.
Y cuando sus puertas abre
una risa a todos gana
porque empieza la jarana
donde la Peta Basaure.
¡Bolos, billares y niñas!
¡Rayuela y riñas de gallos!
¡Ricos mostos de las viñas
de San Javier y San Carlos!»

 El soldado describe el lugar como una casona de adobes y tejas, muy grande en donde existían dos patios interiores. Allí, por mucho tiempo el buen vino y el baile fueron pan de cada día, el lugar animó el espíritu del pueblo en días aciagos de guerra y también fue una de las expresiones más pura de la cultura popular de la época, que hasta el día de hoy puede ser rescatada en las voces anónimas de sus autores, en cada estrofa de una poesía o tonada de una cueca. Por ello, El Arenal, en el corazón de  un sector eminentemente popular es uno de los patrimonios históricos de la cultura popular más importantes del siglo XIX, inserto en la Chimba y en La Cañadilla, en la época de la naciente expansión de la ciudad de Santiago.